domingo, 1 de febrero de 2015

Mujercitas.




No se si leí o vi antes la película de Mujercitas, la cuestión es que lo he hecho muchas veces, ¿Y por qué me gusta tanto Mujercitas si puede parecer un manual de conducta para señoritas bastante cursi? Me gusta porque en el paso de la niñez a la madurez de estas cuatro hermanas con carácter y defectos diferentes puedo identificar rasgos de la personalidad de mis hermanas y de mi relación con ellas.

Mi hermana mayor es Meg, es la que tiene mejor carácter, responsable, y al ser la mayor, protectora con nosotros. Mi hermana mediana tiene algo de Amy, bonita y un poco caprichosa, pero inteligente y tan poco egoísta que nunca podría ser ella. Luego voy yo que soy Beth, siempre he sabido que era Beth, igual de tímida y sin hacer ningún plan para el futuro, pero por desgracia nada delicada y sin oído para la música.
Falta Jo, es mi preferida y ninguna somos Jo porque Jo es mi madre.






En Aquellas Mujercitas es cuando aparece Laurie y el amor.  En cada lectura o cada vez que he visto alguna de sus versiones (mi favorita es la de 1949, y la de 1994 hay que verla sólo por Christian Bale jovencísimo como Laurie) he sacado una conclusión diferente sobre ellas y su relación con él.


¿Cuánta  gente se cabreó cuando Laurie se casó con Amy? Yo me enfadé una barbaridad, para que lo voy a negar, y pensé que Jo le rechazó sólo porque él se lo había puesto demasiado fácil.  Claro que  yo era una niña y no entendía nada, pero con el tiempo he comprendido que Laurie no estaba enamorado de Jo, de lo que él estaba enamorado era de la familia March.  Él, viviendo en aquella casa vacía sólo con su tío, encontró en ellas todo lo que deseaba tener y de lo que quería formar parte. Esto Jo lo sabía muy bien, que para algo era la más inteligente y una vez entendido comprendí  que él estaba mucho mejor con Amy, quien no se daría cuenta de ese detalle, y Jo sería feliz con el profesor que también mola. Yo que no soy tan avispada  como Jo habría sido tan tonta que me habría casado con Laurie sin dudarlo. 


No te puedo decir que no.



Mujercitas también me hace pensar en el resto de mujeres de mi familia, a las que conozco bastante bien y de las que tengo muchas historias. Como siempre me ha gustado hablar con la gente mayor, y lo he hecho desde pequeña, sé hasta cinco versiones diferentes de una misma historia: la que me han contado cinco personas diferentes  y de las que alguna ya no vive. 


Una de las personas con las que más hablaba era mi tía abuela Carmen. Como nunca se casó y vivía sola venía cada día a casa y me contaba cosas, yo iba a la suya y se empeñaba en enseñarme a coser. Decía que la máquina de coser era su amiga porque con ella había llorado, había reído y había pasado muchas horas a solas. Yo hacía como que me interesaba la costura pero era mentira, sin embargo me quedaba allí por escucharla aunque me contara lo mismo varias  veces como suele hacer la gente cuando es mayor y piensa sobre todo en el pasado. 


Cuando murió hace doce años me di cuenta de qué era realmente lo que me impactaba de la muerte, era el hecho de no poder volver a hablar con esa persona nunca más y me angustió bastante.



Por suerte yo había hablado mucho y e intento seguir haciéndolo con mi madre, sus tías, mis tías, y con quien aprecio. Así las conozco un poco más, me hago una idea de cómo eran de niñas, de adolescentes y entiendo muchas cosas. Algunas historias son tan largas y complejas que no sabría redactarlas, y otras tan privadas que no creo que esté bien hacerlo. 


Como no soy Louisa May Alcott simplemente he recopilado algunas cosas sueltas que recuerdo de vez en cuando y sin dar muchos detalles sobre las mujeres de mi familia:


- Mi bisabuelo era huérfano, lo adoptó una familia del pueblo. Él quería irse a América pero se quedó en la Alpujarra por mi bisabuela a quien quería muchísimo. 


- Mi bisabuela tuvo 10 hijos auqnue no le gustaban los niños. En cambio le encantaba su huerto de donde mi madre robaba rabanillas porque tenía mucha hambre.


- Mi abuela era la más guapa de las hermanas y se tuvo que casar de negro.


- Mi tía le tuvo que hacer el vestido de novia aunque estaba enfadada.


- Un tío abuelo se puso enfermo y no tenían dinero para llevarlo al hospital, mi tía se encontró en el campo una pepita de oro, la vendió y arregló el asunto. En otra ocasión vendió unas sillas. Después un arca. Y así hasta que lo vendió todo. 


- A mi tía le salió un pretendiente, un día se lo encontró desnudo tumbado en la nieve y decidió no casarse con él. Años después se enteró de que se había tirado desde una ventana. Había estado fina al verlo venir.


- 3 mujeres de mi familia estaban enamoradas del mismo hombre, y las 3 se iban a casar con él. Al final lo hizo una y tuvo la peor suerte.


- Después de la guerra ellas tenían zapatos porque mi abuelo era zapatero, le enseñaron el oficio en el campo de concentración de donde también se trajo la tuberculosis.


- Mi madre de niña era tímida, prudente y sensata, le habría encantado saber bailar pero le daba vergüenza. A su hermana mayor en cambio le encantaba bailar, era fantasiosa y soñaba con ser Pinito del Oro.


- Mi madre de adolescente cuidaba y reservaba los únicos zapatos arreglados que tenía. Mi tía que era un desastre se los cogía a escondidas, se iba a bailar y se los ensanchaba.


- A mi madre y sus hermanos se les murió la suya cuando más la necesitaban.


- Cuando avisaron a mi tía fue corriendo al hospital y por el camino perdió una sandalia. Ese hospital años después fue un colegio, mi colegio.


- Mi madre tenía un pretendiente lejos, decidió venir a verla de sorpresa y se encontró con que ese día mi madre se casaba con mi padre (¡pobre hombre!)


- Nació mi hermana mayor y mi madre lloró porque pensaba que iba a tener un niño rubio, y porque echaba mucho de menos a la suya.


- Mi abuela tuvo 3 niñas y un niño, mi madre tuvo 3 niñas y un niño, y yo pensaba que iba a tener 3 niñas y un niño pero no sé si voy tarde.



De aquellas mujercitas me he ido a estas mujercitas para deciros que podéis leer esta novela o no (si no lo hacéis, eso que os perdéis), pero lo que deberíais hacer es conocer a vuestra propia familia, y para eso hay que hablar y hablar mucho y de verdad. Si no, corréis el riesgo de pasar vuestra vida con gente con la que compartís cosas cotidianas, un lugar físico, una comida, un cumpleaños, les preguntáis como están del resfriado, etc.  Sin saber qué pasa realmente por su mente y eso es una pena.

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